En el siglo XXI, con la alternancia en la presidencia, nació la esperanza en gran parte de los mexicanos que habíamos dejado atrás la llamada -por el Premio Nobel en literatura Mario Vargas Llosa- “dictadura perfecta”.
El PAN tuvo el Poder Ejecutivo dos sexenios, pero no pudo realizar las reformas estructurales por no tener mayoría en el Congreso y a que casi todos los estados seguían en manos del PRI. En los gobernadores de esos estados se apoyó el PRI para regresar a la presidencia.
Los gobernadores priistas, a los que les salió lo de “libres y soberanos” una vez que no hubo un presidente del PRI, no han rendido cuentas claras del destino de miles de millones de participaciones federales y de las enormes e impagables deudas que contrajeron.
Del manejo arbitrario de esos millonarios recursos, sin dar cuentas a ninguna autoridad superior, se desviaron miles de millones para los patrimonios privados de los gobernadores, sus colaboradores y para campañas del PRI a nivel municipal, estatal y federal.
El apoyo a la campaña presidencial de cientos de millones [de pesos]-gran parte en efectivo- por parte de los gobernadores fue definitorio para el triunfo del candidato del PRI a la presidencia. Esa ayuda les dio impunidad a los “gobers” sobre los millones desviados a sus patrimonios.
A pesar de que siete de cada diez mexicanos no votan por el PRI, mediante alianzas y la división de la oposición a “billetazos” siguen ganando como en Colima, donde el PAN obtuvo 39.7 por ciento de los votos y el PRI 33.3 por ciento, pero sumados con los del Verde -al que ayudaron para que no le quitaran su registro-, NA y PT -partido al que le consiguieron de nuevo su registro-, se quedaron con la gubernatura.
La pluralidad y la alternancia, que parecía haber llegado para quedarse, están en peligro de desaparecer pues el PRI quiere el poder total a cualquier precio y por cualquier método, para consolidar de nuevo una “dictadura perfecta”, como en el siglo pasado.