Hace muchos años en un programa de radio sostuve una polémica con el ingeniero Heberto Castillo, socialista, con quien me separaba su ideología, pero nos unía un afecto recíproco. En la discusión dijo: hay que terminar con la pobreza, por ello propongo se duplique el salario mínimo. Le respondí: si así terminamos con la pobreza, yo propongo que se triplique el salario mínimo. Le gané, ingeniero, le dije.
En mis clases de economía política dedico varias horas para explicar a los alumnos por qué los salarios mínimos y sus aumentos no se traducen en mejores condiciones de vida y mayores salarios reales, pero sí pueden sacar del mercado laboral a los menos capacitados y reducir la oferta de empleo en las microempresas, que son la mayoría.
Aunque muchos economistas entienden la inutilidad de los salarios mínimos para aumentar salarios reales, los justifican políticamente para apoyar las promesas de sus candidatos. Los salarios mínimos más que reducir la pobreza generan desempleo y atizan la inflación, al generar un aumento en cadena de salarios a muchos niveles, que algunos llaman el ‘efecto faro’, pues se convierten en un referente para elevar salarios en porcentajes parecidos a los que aumentó el mínimo.
Si mayores salarios mínimos por ley incrementaran los ingresos reales a niveles que permitieran cubrir las necesidades básicas de todos los trabajadores, no habría pobres en el mundo.
La única vía para aumentar los salarios reales es crear condiciones sociales para incentivar la oferta de empleos y de la inversión en bienes de capital, que aumenten la producción por hora: la productividad.
El salario mínimo puede ayudar a ganar votos a un candidato entre los trabajadores con bajos salarios, pero la inflación generada por un mayor gasto público para cubrir los aumentos salariales de millones de burócratas vía emisiones monetarias, deuda sin respaldo o aumentos de impuestos, reduce la inversión en maquinaria y la oferta de empleos en el sector productivo. Mayores salarios mínimos benefician mediáticamente a quienes los proponen, pero reducen oportunidades de empleos para los trabajadores más humildes.