La principal promesa de AMLO en su campaña para presidente, que lo hizo ganar las elecciones, fue combatir la corrupción, no implantar el socialismo en México. El 98% de quienes votaron por López Obrador estaban hartos de la corrupción rampante del gobierno priista, y desilusionados de un PAN dividido por la lucha de la candidatura interna para presidente.
La bandera de Andrés Manuel para llegar a la presidencia fue luchar contra corruptos y encarcelarlos. Andrés Manuel era de izquierda moderada, pero con él llegaron al poder varios radicales, a quienes no les importa luchar contra la corrupción, solo implantar un modelo parecido al que ya fracasó en Cuba y Venezuela. Algunos de esos radicales son secretarios de Estado o tienen puestos directivos en organismos estatales.
Otros, de una izquierda menos radical, quieren regresar al socialismo de Estado de los años 70 con el PRI. A pocos de quienes rodean al presidente les preocupa la lucha contra la corrupción y la austeridad, que prometió en su campaña.
La mayoría de altos funcionarios de López Obrador, además de que gran parte de ellos no tienen capacidad para ejercer el puesto asignado, no practican las reglas para evitar corrupción y derroche, prometidas a votantes por el ahora presidente.
La asignación de contratos sin licitación, mayor que el sexenio anterior, contradice su promesa de lucha contra la corrupción, y gastos en proyectos costosos e innecesarios violan el compromiso de austeridad republicana.
La costumbre de dar puestos a familiares y amigos está igual o peor que en tiempos del PRI. A quienes acusan los medios de comunicación de presuntos actos de corrupción, le venden la idea al Presidente que son ataques de la prensa “conservadora” y “neoliberal” para desprestigiar a su gobierno.
Cada día funcionarios de izquierda acosan y le dificultan más la función de producir y crear empleos a la iniciativa privada, estrategia que frena la inversión, el empleo y el crecimiento.
A casi dos años de llegar al poder la auto llamada 4T, no redujo la corrupción, pero sí nos acerca a un Capitalismo monopólico de Estado, que ya fracasó en México y el mundo desde el siglo pasado. Ese objetivo no lo prometió el candidato Andrés Manuel López Obrador en su campaña electoral.