AMLO, hace años, tuvo el valor de enfrentarse a un gobernador de Tabasco. Afirmó públicamente que era un ladrón y corrupto, y obtuvo el reconocimiento de la mayoría de los tabasqueños. Esa posición, valiente, que aplaudí en su momento, lo proyectó a nivel nacional. Lo ayudó a convertirse en jefe de gobierno de la Ciudad de México, y en presidente de la República Mexicana. Pero ahora pelea innecesariamente con los demás poderes, organismos empresariales y los vecinos del norte.
Cuando recibió el informe que en las elecciones en la CDMX del 2021 MORENA perdió nueve delegaciones, culpó al predominio de la clase media en esas zonas, que suman alrededor de 44 millones en todo el país (INEGI). Los tachó de “aspiracionistas sin escrúpulos morales” y los consideró sus enemigos.
Al calificar varios jueces y magistrados como inconstitucionales algunas de sus políticas económicas, acusó al Poder Judicial de ser “un bastión del conservadurismo corrupto” y a miembros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de ser “parte de la mafia en el poder”.
Al considerar el Instituto Nacional Electoral (INE) como violatorias a las leyes electorales y a la Constitución a varios de los decretos e iniciativas de reformas en materia electoral del ejecutivo, consideró a los integrantes de esa institución como enemigos de la 4ª Transformación, y busca terminar con su autonomía. Ese Instituto legitimó su triunfo cuando era oposición, pero le molesta ahora que llegó al poder. Dijo que el único Dios de los directivos del INE es el dinero.
Al Instituto Nacional de Acceso a la Información, (INAI) por pedir información al ejecutivo sobre diversos programas y gastos, les dijo que “no sirven para nada”.
A los gobernantes de los Estados Unidos, destino del 80% de las exportaciones de productos mexicanos, y cuyas empresas generan en México cerca del 30% de los empleos formales, los acusó de espiar a su gobierno y entrometerse en los asuntos internos de México, porque denunciaron que en México se producen drogas que exportan a EUA.
Pregunto, ayudan a México los enfrentamientos de AMLO con la clase media, el Poder Judicial, el INE, el INAI, legisladores, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y las críticas al vecino del Norte, o solo sirven como distractores de muchas decisiones del ejecutivo, que generan incertidumbre entre inversionistas, un menor crecimiento y menos empleos.