La devaluación no se origina por causas externas sino por un gasto gubernamental excesivo y deficitario, que crea las condiciones para que eventos externos provoquen la depreciación o apreciación de la moneda.
Dos políticas internas son las causas primeras de las devaluaciones monetarias: la impresión de dinero para financiar el déficit presupuestal, como pasó en México en la década de los 70 y principios de los 80, o la emisión de deuda (CETES) con intereses atractivos para que la adquieran ahorristas extranjeros.
Emisión de dinero, para financiar el gasto público, que genera aumento de precios, más un tipo de cambio fijo, fueron las causas de un dólar relativamente barato en relación con la inflación, que redujo las reservas y creó expectativas devaluatorias abruptas en los años 70 y 80.
Gracias a la independencia del Banco de México en 1993, la emisión de dinero ya no quedó al arbitrio de la Secretaría de Hacienda, la que sí puede emitir deuda interna, como los CETES. En el caso de México la mayoría de los CETES están en manos de extranjeros, que cuando llegan a comprarlos aumentan las reservas, pues cambian sus dólares a pesos. Hubo períodos en los que el 70% de los CETES estaban en manos de fondos extranjeros, que los pueden vender en unos cuantos minutos y requerir sus dólares. Los CETES son deuda a cortísimo plazo.
Ante el alza de intereses en EUA hay un reacomodo de carteras, que ha implicado la salida de miles de millones de dólares de México.
Banxico ha evitado con la venta de sus reservas, que en parte llegaron con la inversión financiera, amortiguar el aumento del dólar ante su mayor demanda por quienes venden los cetes y sus posiciones en la bolsa.
Si queremos un tipo de cambio estable, que no significa fijo, es indispensable que el gobierno no aumente más el dinero en circulación o su deuda en CETES u otros valores gubernamentales, si no lo hace, seguiremos con altibajos del tipo de cambio que culminan, tarde o temprano, en devaluaciones que se traducen en mayores precios, disminución de la inversión, incertidumbre, especulación y en un menor crecimiento económico estructural y duradero.