Los últimos rectores de la UNAM han evitado confrontarse con minorías de activistas que buscan cualquier bandera para alborotar e iniciar movimientos de huelga.
Es por ello que no desalojaron a los radicales que en la Facultad de Filosofía se apoderaron de un auditorio desde hace años, al que convirtieron en dormitorio y bodega, en otras cosas, sin que Rectoría hiciera algo por terminar con esa situación. Tampoco reaccionaron debidamente ante la toma de Rectoría por unos cuantos radicales que destruyeron papeles, mobiliario y defecaron en la oficina del rector.
Uno de los problemas que impide a la UNAM ser verdaderamente nacional y la mejor, es que quienes ingresan no son los mejores estudiantes del país. No hay una selección mediante una evaluación a la mayoría de sus nuevos alumnos, que entran con “pase automático” por haber estudiado en las prepas de la UNAM en la ciudad de México. Las autoridades de la UNAM tienen miedo de enfrenar esa gran falla e implantar una evaluación pareja a todos.
Los rectores de la UNAM no quieren correr la misma suerte que la rectora del Politécnico, quien denunció a un reducido número de radicales que armaron una huelga, pero no tuvo el apoyo del gobierno para meterlos al orden. La dejaron sola con un paro que costó millones e hizo perder un semestre a los verdaderos estudiantes del Politécnico.
Para evitar situaciones parecidas, los rectores de la UNAM prefieren ‘nadar de a muertito’ y dedicarse a asistir a eventos sociales, recibir reconocimientos y hacer declaraciones de lo que pasa en el país, sin mejorar la calidad y meter orden dentro de la universidad. La UNAM cuesta mucho dinero a los contribuyentes, no es gratuita. Si dividimos su presupuesto entre el número de egresados titulados, salen más caros a los contribuyentes que los egresados de universidades particulares.
Realicé estudios doctorales en la UNAM e impartí clases por casi dos décadas, tuve muy buenos maestros y alumnos; sin embargo, la ausencia de una autoridad que meta al orden a minorías de activistas, radicales y vagos, y obligue a presentar examen de admisión a todo aspirante a ingresar, hace muy difícil elevar su calidad y prestigio. Lo que la UNAM necesita no es más presupuesto o alumnos, sino elevar su calidad. Ojalá el nuevo rector, el Dr. Graue Wiechers, quiera más a la UNAM que a su puesto y le entre al toro, no sólo le saque la vuelta.