El principal reto del próximo Presidente, sea quien sea, es frenar y revertir el creciente desequilibrio en las finanzas públicas, producto del aumento del gasto y la deuda pública.
En 2017 el gobierno presentó cifras que dan la impresión de haber detenido el desequilibrio y lograr una reducción del déficit del sector público, pero esa transitoria reducción del déficit, que les permitió mejorar la baja de calificación por organismos financieros internacionales, no se debió a la mejora estructural de las finanzas públicas, sino a una transferencia de los remanentes del Banco de México, que no se dará necesariamente todos los años, solo si le apostamos a un incremento en la devaluación del peso.
El actual gobierno, con el aumento de impuestos, que se tradujo en un incremento de ingresos de los más grandes de la historia en México, pudo haber equilibrado las finanzas del sector público federal, pero siguió aumentando el gasto y la deuda irresponsablemente. El próximo Presidente se encontrará con unas finanzas al borde del precipicio, que pueden derrumbarse en cualquier momento.
Ya no hay espacio para reducir los desequilibrios con más aumentos de los ya altos impuestos, cuyas tasas superan las de vecinos y socios comerciales. Tampoco con más deuda, que está en los límites, con base en la capacidad del pago de los intereses. Pemex, que en décadas pasadas aportaba dinero al fisco para aumentar sus ingresos, ahora absorbe recursos para cubrir sus pensiones, deuda e importaciones de gasolina.
No hay muchas salidas, la única sana y verdadera, como lo demuestro el en libro EPN: EL RETROCESO, es reducir drásticamente el gasto público, si se quiere evitar financiarse peligrosamente con más aumentos de impuestos, de las gasolinas, de la luz y demás servicios que presta el Estado.
Si el gobierno escoge el camino de incrementar más los impuestos, los precios de las gasolinas y la electricidad en lugar de reducir su gasto, aumentarán los precios al consumidor, bajará la inversión y la creación de empleos.
En ausencia de una disminución real, estructural y suficiente del gasto público en el próximo presupuesto, nos enfrentaremos a una situación crítica de la economía, caracterizada por una mayor inflación, devaluación, desempleo y un menor crecimiento.