En el escenario mundial, dos naciones comparten el nombre de «China«, pero sus caminos económicos y políticos no podrían ser más distintos. Desde la guerra civil china de 1949, la República de China (Taiwán) y la República Popular de China (China continental) han seguido trayectorias opuestas. Taiwán abrazó el liberalismo económico y la democracia, mientras que China continental optó por un modelo autoritario con fuerte control estatal. En este post analizo cómo estas decisiones han influido en la lucha contra la pobreza y el bienestar de sus ciudadanos, demostrando el poder transformador de las ideas liberales frente a las limitaciones del intervencionismo.
Historia de las dos chinas
La división entre ambas chinas tiene su origen en la guerra civil (1927-1949), cuando el Partido Comunista Chino, liderado por Mao Zedong, derrotó al Kuomintang (KMT) de Chiang Kai-shek. El KMT se replegó a Taiwán, fundando la República de China, mientras los comunistas establecieron la República Popular de China en el continente. Este evento marcó el inicio de dos experimentos sociopolíticos: uno basado en la libertad individual y el mercado, y otro en el colectivismo y la planificación centralizada.
Sistemas políticos
Taiwán: democracia multipartidista
Taiwán evolucionó hacia una democracia vibrante, con elecciones libres y un sistema multipartidista. Este modelo garantiza la protección de derechos individuales y fomenta la participación ciudadana, pilares del liberalismo político que han permitido un entorno estable para el desarrollo económico.
China continental: estado de partido único
En contraste, China continental opera bajo un régimen autoritario liderado por el Partido Comunista Chino. La ausencia de libertades políticas, la censura y la represión limitan la iniciativa individual, lo que históricamente ha obstaculizado una distribución equitativa de la riqueza generada por sus reformas económicas.
Economías: liberalismo vs. control estatal
El impacto del liberalismo económico en Taiwán
Taiwán es un ejemplo clásico del éxito del liberalismo económico. Desde los años 50, adoptó políticas de libre mercado: reducción de barreras comerciales, incentivo a la inversión extranjera y promoción del emprendimiento. El resultado fue el «milagro económico de Taiwán», con un crecimiento del PIB anual promedio superior al 8% entre 1960 y 1980. Empresas como TSMC, líder mundial en semiconductores, surgieron gracias a un entorno donde la propiedad privada y la competencia son sagradas. Este modelo no solo impulsó la economía, sino que redujo drásticamente la pobreza: en 1960, el ingreso per cápita era de $170 dólares; para 2022, superaba los $32,000 dólares (Banco Mundial).
La apertura económica de China continental
China continental, por su parte, mantuvo una economía planificada hasta finales de los 70. Bajo Deng Xiaoping, introdujo reformas de mercado en los 80, como zonas económicas especiales y apertura al comercio internacional. Estas medidas, inspiradas en el liberalismo, sacaron a más de 800 millones de personas de la pobreza extrema entre 1981 y 2015 (Banco Mundial). Sin embargo, el control estatal sigue siendo omnipresente: sectores clave como la banca y la energía permanecen bajo monopolios públicos, y la corrupción derivada del autoritarismo genera desigualdades profundas. El PIB per cápita en 2022 fue de $12,720 dólares, notablemente inferior al de Taiwán.
Resultados en la lucha contra la pobreza
Taiwán demuestra cómo el liberalismo económico en China y Taiwán puede generar prosperidad sostenible. Su índice de pobreza es inferior al 1%, y su índice de Gini (que mide la desigualdad) es de 0.34, reflejando una distribución relativamente equitativa del ingreso. Esto se debe a la libertad de emprender y al acceso a mercados globales, que han creado empleos y elevado el nivel de vida. Además, su sistema educativo, financiado por un crecimiento económico robusto, tiene una tasa de alfabetización del 98%.
China continental ha logrado avances impresionantes, reduciendo la pobreza del 88% en 1981 al 0.6% en 2019 (Banco Mundial). Sin embargo, este éxito depende de un crecimiento impulsado por el estado, con proyectos masivos de infraestructura y subsidios que no siempre son sostenibles. La desigualdad es notable, con un índice de Gini de 0.47, y millones de ciudadanos rurales aún viven en condiciones precarias. La falta de libertades políticas limita la capacidad de los individuos para salir de la pobreza por sus propios medios, un contraste claro con el modelo taiwanés.
China continental: entre el autoritarismo y las reformas liberales
Aunque China continental ha adoptado elementos del liberalismo económico, su sistema político frena su potencial. Las reformas de Deng permitieron un auge económico, pero el Partido Comunista sigue priorizando el control sobre la libertad. Esto se refleja en la represión de emprendedores como Jack Ma, cuya empresa Alibaba enfrentó regulaciones estrictas tras desafiar al gobierno. El liberalismo económico en China y Taiwán muestra su mayor impacto cuando se combina con libertades políticas, algo que China continental aún no ha abrazado plenamente.
Lecciones para el futuro
El contraste entre las dos chinas es una lección para el mundo. Taiwán ilustra cómo el liberalismo económico, respaldado por un sistema político abierto, erradica la pobreza y eleva el nivel de vida de manera sostenible. Su éxito no radica en la intervención estatal, sino en la confianza en los individuos y el mercado. China continental, aunque ha avanzado al incorporar políticas liberales, enfrenta límites impuestos por su autoritarismo: la falta de innovación espontánea y la dependencia del estado son riesgos a largo plazo.
Para países en desarrollo, el modelo taiwanés ofrece un blueprint claro: reducir la burocracia, proteger la propiedad privada y abrirse al comercio global son pasos esenciales para combatir la pobreza. China continental, por su parte, sugiere que el liberalismo económico puede funcionar incluso en contextos autoritarios, pero solo hasta cierto punto. Sin libertades políticas, los beneficios del mercado se concentran en manos de unos pocos, perpetuando desigualdades.
Conclusión
Las dos chinas son un laboratorio vivo de ideas económicas y políticas. Taiwán, con su apuesta por el liberalismo, ha transformado una isla pequeña en una potencia económica con uno de los niveles de vida más altos de Asia. China continental ha sacado a millones de la pobreza, pero su modelo autoritario limita el alcance de sus reformas. Para quienes estudian economía, política o buscan emprender, este análisis subraya una verdad fundamental: la libertad individual y el mercado son las herramientas más efectivas para generar riqueza y bienestar. El futuro de ambas chinas dependerá de cuánto se acerquen —o se alejen— de estos principios.