“Los brujos usan los mitos para ejercer poder sobre los ignorantes”, subrayo en el libro Desigualdad y distribución de la riqueza. En ese libro dejo claro que el sofisma que recomienda aumentar impuestos a los ricos para combatir la pobreza, propagado por la “nueva izquierda”, cuyo gurú es el economista francés Thomas Piketty, genera más pobreza.
La solución a la pobreza, derivada de una creciente desigualdad, ya no es expropiar empresas y construir un capitalismo de Estado, como lo hicieron en la URSS y demás países socialistas el siglo pasado -afirman los “nuevos socialistas”- sino mantener el sistema capitalista y mediante altos impuestos quitarles dinero a los ricos para transmitirlo a los pobres.
El éxito de esa creencia es que crea una excusa para que gobiernos de todas las tendencias, urgidos de dinero para enfrentar sus gastos deficitarios, tomen como válidos esos mitos. De los primeros en aplicar esa teoría fue el gobierno socialista francés, y -como lo narro en el libro Desigualdad y distribución de la riqueza, publicado por Editorial Planeta Mexicana- generó salida de capitales y desempleo.
En el libro demuestro con cifras y una experiencia empírica del tamaño del mundo del siglo XX y lo que va del XXI, que no hay una relación causal entre mayor desigualdad económica y más pobreza. Los países donde se abatió con mayor eficacia la pobreza arrojan generalmente una mayor desigualdad y donde la mayoría son pobres, en muchos casos hay una mayor igualdad, según el Coeficiente de Gini publicado por la ONU.
El libro Desigualdad y distribución de la riqueza rompe paradigmas sobre la desigualdad. Demuestra que donde hay más ricos productivos, que no son los ricos parásitos que hacen sus fortunas mediante tranzas con funcionarios públicos, hay menos pobres. Concluyo en el libro que en los países pobres, con economías emergentes, no necesitan quitarle a las empresas ricas para que la burocracia distribuya esa riqueza, sino crear las condiciones para que lleguen más inversionistas ricos, que generen más fuentes de empleos, única vía para reducir la pobreza.
Sin inversión productiva, nacional o extranjera, que cree más empleos y riqueza, no se puede combatir estructuralmente la pobreza.