Sería injusto decir que la actual administración causó la quiebra de Pemex, pero en los últimos cuatro años el derroche y desvío de recursos, en un entorno de precios bajos, le dieron el tiro de gracia al ineficiente y corrupto monopolio.
El principal motivo por el que la administración priista promovió una reforma para abrir Pemex a los particulares, que rechazó en 2008, no es que se volvieron “Neo liberales” o buscaran regresar la riqueza petrolera (actualmente agotada) a las transnacionales petroleras, sino la imposibilidad aritmética de continuar funcionando sin la inversión de petroleras internacionales. Sus exportaciones de crudo aportan menos dólares al país que los necesarios para importar gasolinas, gas y otros derivados del petróleo.
Su deuda, proporcionalmente mayor a la de Shell o Exxon, creció en un 76% de 2012 a 2016. Es impagable, al igual que sus pasivos laborales, derivados de contratos abusivos e insustentables con su corrupto sindicato. En los primeros tres años del actual gobierno no hubo ningún intento de corregir sus crecientes pasivos. Compraron empresas chatarra con sobre precios de cientos de millones de dólares.
El derroche se dio desde su anterior director, quien usaba un helicóptero de Pemex en promedio dos veces al día. Gastaron más de lo que ingresaba y lo cubrían contratando más deuda. Hasta que ya no tuvieron recursos para saldar las obligaciones diarias, y después de más de 3 años de dilapidación, el Presidente cambió a su director.
Pemex quebró porque lo saquearon sus altos funcionarios, su sindicato, su personal involucrado en el robo de gasolina y contratistas privados corruptos, que subrepticiamente trasladaron millones de dólares a quienes hicieron posible que vendieran mercancías o servicios a Pemex con enormes sobre precios (ver datos en libro EPN: EL RETROCESO).
Lo que queda del monopolio estatal, por décadas sostenido mediáticamente en un falso nacionalismo socialista, y en el mito de que el petróleo mexicano era de todos, está en venta, con dificultades para encontrar socios, como es el caso de las refinerías; pero todavía una izquierda ciega ante esa realidad y los grupos que la saquearon, piden que el petróleo siga en manos de la burocracia que quebró al monopolio.