En México rige la “Ley Campoamor” del poeta Ramón Campoamor, que dice “En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según del color del cristal con que se mira”.
El V Informe de Gobierno, las cifras del Coneval y del Inegi sobre la reducción de la pobreza y el Paquete Económico 2018, que incluye el Proyecto de Presupuesto de Ingresos y de Egresos, son claros ejemplos de ver la realidad a través de un cristal color de rosa que la deforma, y que, lejos de mejorar las expectativas, justifica gastos que van a empinar más la economía a finales del sexenio.
José Antonio Meade tomó las riendas de la SHCP hace un año, y aunque revirtió la baja de calificaciones a México por instituciones internacionales, no redujo en el proyecto de presupuesto para 2018 el gasto ni la deuda. Parece que no tiene el apoyo del Presidente, del resto del gabinete ni del PRI para lograrlo. Ellos están más interesados en recuperar votos en las próximas elecciones presidenciales que en corregir desequilibrios.
El proyecto de presupuesto para el 2018 no disminuye ni ordena estructuralmente el gasto, la deuda ni el déficit público, males que han crecido bajo el actual gobierno. El gasto público no baja, crece en un 7.1%. La deuda pública aumenta 17%. En el sexenio se habrá duplicado. Al término del sexenio anterior, el pago de intereses de la deuda pública era la mitad de la inversión física del gobierno, en 2017 será mayor a la inversión en obras de infraestructura. El pago de pensiones, principalmente a grupos privilegiados, crece en 10%. La nómina a la burocracia aumenta en 5.2%.
Se contempla una transferencia adicional de 100 mil millones a entidades federativas, en parte para compensar el saqueo y deuda en varios estados. Hay un aumento de 110 mil millones en el gasto social, que crece y significa el 45% del total del presupuesto. Ese egreso se convertirá en gran parte en un gasto electoral en beneficio del partido en el poder.
El proyecto de presupuesto 2018 sigue el mismo camino que nos llevó a mayores desequilibrios del 2013 al 2016, como lo demuestro en el libro EPN: El Retroceso, y las expectativas de gastos en el 2017 y 18 no reflejan ninguna mejora trascendente en los desequilibrios de las finanzas públicas.