Hay factores objetivos que deben tomarse en cuenta para frenar o no la construcción del aeropuerto de Texcoco e iniciar Santa Lucía. La mayoría de los mexicanos están a favor o en contra del cambio sin datos claros de las dificultades técnicas, ecológicas y financieras de esa disyuntiva.
En cuanto a lo técnico, no hay un estudio que sustente la posibilidad de una operación eficaz, compartida y costeable de los tres aeropuertos: Santa Lucía, Toluca y CDMX. Un memorándum de MITRE, compañía especialista en espacios aéreos, señala que se puede reducir la capacidad de despegues si funcionan los aeropuertos de la CDMX y Santa Lucía simultáneamente.
El daño ecológico en Texcoco al que aluden algunos ecologistas ya está hecho, pero es menor del que se haría en Santa Lucía, según otros ecologistas, pues afectaría a un lago natural que está a 16 kilómetros de ese aeropuerto.
En cuanto a los costos financieros de Texcoco y Santa Lucía, hay diversos cálculos. En ambos casos los recursos saldrán de los ciudadanos a través de impuestos o deuda. Solo si el aeropuerto se construye en Texcoco y el gobierno acepta la oferta de contratistas privados para financiar sus costos, lo concesionan, el precio para los ciudadanos que pagan impuestos y los que no viajan en avión, sería de cero, pues no le costaría al gobierno. Esa decisión ayudaría a reducir el déficit, la deuda pública y a realizar otros proyectos para los cuales no hay dinero. Los gastos que implican cumplir con los contratos que se rescindirán por abandonar Texcoco, convertir un aeropuerto militar en civil en Santa Lucía, andan por los 150 mil millones de pesos, más de lo que calculan costaría el Tren Maya. Si realizan estudios ecológicos, técnicos y financieros que consideren viable el Tren Maya, puede concesionarse y salirle gratis al gobierno.
Toda decisión de hacer algo implica dejar de hacer otra: “curva de las posibilidades de producción”. Con recursos limitados no se puede hacer todo sin desequilibrar más las finanzas del gobierno. Aritméticamente, cancelar Texcoco y construir el Tren Maya, sin recursos sanos para ambos, es una decisión antieconómica, falaz y que nos llevaría a un mayor déficit presupuestal y deuda, baja de calificaciones por las calificadoras, mayor riego país, aumento de tasas, inflación, salida de capitales, menos inversión, empleos y crecimiento.