En el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto el peso mexicano se ha devaluado ante el dólar alrededor del 50%. En menos de cuatro años perdió mucho más valor que en los 12 años de los dos gobiernos panistas (37%). Pero el problema más grave es que en casi cuatro años el gobierno no aceptó la verdadera causa de la devaluación del peso ni puso en práctica medidas estructurales suficientes para frenarla.
Siempre encuentra un “chivo expiatorio” externo para culparlo de la devaluación. Al principio señaló a la baja del precio del petróleo, que también le sirvió de excusa para elevar impuestos, que se tradujeron en un menor crecimiento y una baja del nivel de vida de la clase media. Del 2013 al 2016, el actual gobierno tuvo más ingresos petroleros que Calderón en sus primeros cuatro años.
Han culpado del fortalecimiento del dólar al aumento de tasas en EUA, al bajo crecimiento en China, a la salida del Reino Unido de la Comunidad Europea y, por último, a la posibilidad de que Donald Trump gane las elecciones para presidente de EUA. Todos esos factores influyen, pero no son la causa primera y más importante de la devaluación del peso. Podrían no habernos impactado negativamente si las autoridades hacendarias hubieran adoptado una posición responsable en el gasto, el déficit y la deuda en los primeros cuatro años de gobierno. Tuvieron las herramientas para lograrlo pero no lo hicieron.
El debilitamiento del marco macroeconómico al ejercer un gasto desordenado y excesivo, por arriba del aprobado por el Congreso, que incrementó el déficit presupuestal y un endeudamiento que se duplicó en cuatro años, son las verdaderas y más importantes causas de la devaluación.
El triunfo o la derrota de Donald Trump no definirá el futuro del peso ni de la economía mexicana, sino la adopción urgente de un programa gubernamental que reduzca el gasto, el déficit, los impuestos y la deuda a niveles que creen las condiciones para una mayor inversión privada nacional y extranjera y restablezcan la confianza en calificadoras internacionales de que vamos por el camino correcto. Hasta ahora los recortes y ajustes programados no generan las expectativas de lograrlo.