La compra, distribución y aplicación de vacunas es un problema resuelto en diferentes formas por cada gobierno. Si leemos la prensa de diversos países casi ninguno se salva de críticas. Algunas injustas y otras ciertas, pero ambas se valen en un país que presuma de democrático y con libertad de prensa.
En las vacunas se cumple el dicho de que “cada quien habla de la feria según le va en ella”. Yo no narraré mi experiencia sino los que considero errores del gobierno y la población.
El primer error fue la tardía decisión de dónde y qué vacuna comprar. El hacer fila en la ONU como país pobre, a ver si las conseguían regaladas, y la política del actual gobierno de México de “no se mueve una hoja” sin el consentimiento del presidente, retardaron compras suficientes.
El segundo, politizar la aplicación de la vacuna para ganar votos, como lo prueban videos donde personal con chaleco de MORENA toca puertas, piden datos de la credencia para votar a cambio de anotarlos en una lista para vacunarlos.
Los problemas de vacunación están presentes en casi todos los países. En México los resultados son mejores si los comparamos con los peores de Latinoamérica, pero si lo hacemos con Chile, andamos abajo. Chile, según datos disponibles, ha vacunado a 5.58 habitantes por cada 100, mientras México a 0.56.
En cuanto al alto grado de letalidad, fue debido en parte al mal ejemplo del presidente de no usar cubrebocas y la declaración de funcionarios de la Secretaría de Salud, de que no era importante usarlo, más la indiferencia de muchos habitantes para ponérselo. Esos factores contribuyeron a más fallecimientos.
Comparados con un país en que se ponen cubrebocas hasta cuando tienen gripe, la diferencia de muertos por COVID es enorme. Japón, con la misma población que México, 126 millones y una densidad de población de 332 habitantes por km2, cinco veces mayor a los 64 de México, hasta mediados de marzo del 2021, las muertes en México por COVID fueron de 196,000, mientras en Japón de 8,600, aprox. En México son 23 veces más que en Japón. Esa gran diferencia se debió, además del mal ejemplo del presidente y el subsecretario de Salud, a un pueblo que no cree en su gobierno. Muchos no se cuidaron, Aunque el mayor descuido entre los grupos fue en el gabinete del presidente, donde casi la mitad se contagió de COVID.