Ante una baja del precio del petróleo al inicio del actual sexenio, que se reflejó en una disminución de los ingresos públicos, el entonces nuevo gobierno priista tenía dos opciones: aumentar impuestos o bajar gasto.
El Secretario de Hacienda en ese tiempo, Luis Videgaray, egresado del Instituto Tecnológico de México y doctorado en economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, considerada una de las mejores universidades de mundo, decidió aumentar impuestos en lugar de bajar gastos.
En una entrevista con la prensa en el 2013, le preguntaron que por qué no bajaba el gasto público, a lo que respondió que el gasto público impulsaría la economía.
El economista John M. Keynes fue quien sostuvo la tesis de que mediante el gasto público se puede incentivar la economía al agregar una mayor demanda de bienes y servicios.
Las teorías keynesianas son una peligrosa medicina para crecer y aunque a veces crean efímeras burbujas de crecimiento a corto plazo, a mediano y largo plazo lo que incentivan es la inflación y la deuda gubernamental. Pero sirven para justificar peligrosos incrementos de gastos que tienen efectos contraproducentes, como pasó en la economía mexicana.
A pesar de un aumento de impuestos que le dio cuatro veces más recursos que el hoyo que dejó la baja del petróleo en los primeros años del actual gobierno, siguió el Presidente Peña Nieto gastando y endeudándose más.
Pero a pesar de ese mayor gasto y de un mayor crecimiento de la economía de los Estados Unidos, que normalmente empuja el crecimiento en México, el aumento del Producto Interno Bruto se redujo. En el 2017 fue del 2 por ciento, casi la mitad del crecimiento del último año del sexenio anterior, de cerca del 4 por ciento.
Keynes le falló al presidente Peña Nieto y a Luis Videgaray, pues su pronóstico de un mayor crecimiento, basado en un mayor gasto público, no se materializó. El mayor gasto público tuvo efectos contrarios: menos crecimiento, más deuda, más déficit y más inflación.
El presidente Peña Nieto entregará una economía al próximo Presidente, a pesar del aumento de impuestos y de gastos, mucho peor de la que recibió.