El juicio de Cristo es el primer antecedente de las consultas populares. Ese juicio es un ejemplo de la manipulación e injusticia al que pueden llevar esas consultas.
La consulta popular en el que condenaron a Cristo no fue un acto democrático, ejemplo de “democracia participativa” o “democracia directa”, términos que usan políticos y funcionarios de izquierda o intelectuales despistados, que buscan impresionar y justificar acciones arbitrarias de gobernantes, que llegaron al poder por el voto, que es solo un instrumento de la democracia, no es la democracia.
Muchas dictaduras llegaron al poder por el voto, y no por ese hecho son democracias. Hay grupos criminales que utilizan el voto para elegir a sus jefes, pero no por ello son democráticos.
El populismo, donde se toman decisiones mediante una consulta popular es antidemocrático. El populismo no es democracia.
La democracia no implica solo el voto mayoritario, sino un gobierno limitado, que actúa conforme a una Constitución que lo limita y le dice concretamente lo que puede hacer. Una Constitución deja de serlo cuando con reformas la prostituyen, dándole un poder ilimitado o exagerado a los gobernantes.
La democracia implica el respeto a los derechos humanos fundamentales: vida, propiedad y libertad, división de poderes y un Estado de Derecho con estabilidad de leyes.
Los términos “democracia directa” y “democracia participativa” los usan para encubrir mediante consultas populares violaciones al Estado de Derecho, a la seguridad jurídica y a los derechos humanos fundamentales: vida, propiedad y libertad. La democracia no necesita adjetivos, como lo dijo el historiador Enrique Krauze en su obra “Democracia sin adjetivos.
Las consultas populares realizadas por el gobierno de México violaron la seguridad jurídica y generaron pérdidas económicas, como las clausuras del aeropuerto en Texcoco, de una empresa en Mexicali, y de un tren rápido en Coahuila.
Las consultas populares no son un instrumento de la democracia, sino un método para que un gobernante haga su voluntad, obtenga apoyo y popularidad, pero a veces le “sale el tiro por la culata” y demuestra una baja en su popularidad, como sucedió con la costosa e innecesaria consulta para enjuiciar a expresidentes, pues el gobierno los puede enjuiciar sin necesidad de gastar más de 500 millones de pesos en una consulta populista, costosa e innecesaria.